Es la sabina albar más grande de las que se encuentran en la región, concretamente en el Cortijo Martín Herrero, situado entre el Sabinar y El Calar de la Santa (Moratalla), a 1225 m. de altitud. En el libro "Arboles monumentales y singulares de la Región de Murcia y territorios limítrofes", de A. Félix Carrillo, Pedro Sánchez y Juan Guerra, publicado en el 2000, se dice a propósito de este árbol que sus medidas son: perímetro de 5,07 m. a 0,4 m. del suelo, altura de 9 m. También se dice que "esta sabina posee 3 brazos principales que aparecen a 0,5 m. del suelo. Durante el año 1999 tanto ella como el resto de sabinas del entorno, fueron sometidas a una poda de mantenimiento con la autorización de la Consejería de Medio Ambiente, Agricultura y Agua". Respecto de su estado de conservación dice que éste es "regular, pues le falta el brazo principal que le ha sido amputado". En las fotos pueden observarse algunas de estas importantes amputaciones que le han sido efectuadas. Más adelante continúa diciendo: "El árbol vegeta sobre margas, enmedio de un cultivo de cereales. Esta sabina se encuentra en una zona de nava, donde antaño hubo un extenso sabinar hoy aclarado para poder cultivar cereales. Pese a ello, aún quedan muchas sabinas adehesadas que dan al paisaje un aspecto único en la Región de Murcia. Por otra parte según informa el dueño del cortijo, cerca de la casa (a 200 m.), en 1935 se cortó la sabina de mayor perímetro de la zona que, según él, alcanzaba más de 7 m."
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sábado, 14 de enero de 2017
lunes, 27 de enero de 2014
JUNIPERUS THURIFERA (Sabina albar) EN EL SABINAR Y EN EL CALAR DE LA SANTA (MORATALLA). Fotos de distintas fechas.
Etimología: el nombre genérico proviene del latín iuniperus (=enebro), según algunos derivado del celta jenebrus (=rudo, áspero),aludiendo a esa cualidad de sus hojas; según otros procedería de dos términos latinos: iúnix (=novilla) y pário (=dar a luz) por presuntas propiedades de la planta que favorecerían el parto. El epíteto específico proviene del adjetivo latino thurifer, -era, -erum (=que lleva o produce incienso) por sus cualidades aromáticas.
Hábitat: formaciones abiertas en páramos y laderas montañosas frías, valles con clima extremado, continental, en substratos silíceos o calizos, con preferencia por los últimos; tolera las margas yesosas y los suelos limoso-arenosos pobres.
Distribución: S y SE de Francia, Córcega, España y N de África. C, E y S de la Península. En nuestra Región se encuentra en las inmediaciones de El Sabinar y El Calar de la Santa hasta Revolcadores (Moratalla). De forma aislada se presenta en el Campo de Caravaca, Bagil y Somogil (Moratalla)
Floración: de enero a abril
Figura de protección: Flora Vulnerable
Usos tradicionales: como forraje para las ovejas y como planta melífera. Como medicinal se ha usado la infusión de los frutos para provocar el aborto (práctica muy peligrosa, dada su toxicidad), para curar verrugas y papilomas acompañado de un rito (medicina mágica-supersticiosa). El humo de quemar su madera, ramas o resina se consideraba buen purificador y desinfetante del ambiente. Trozos de su corteza y de ramas se utilizaban para ahuyentar polillas y conservar la ropa. Como leña para calentarse y para cocinar. Por la dureza de su madera y porque no se pudre se ha utilizado en construcción de viviendas, ventanas y puertas, instalaciones agropecuarias, cercas, diques y vigas de puentes. Su madera destilada ha sido utilizada en la industria cosmética y farmacéutica. En la fabricación de herramientas y utensilios, mobiliario y enseres domésticos. Son numerosos también los lugares donde se utilizaba esta planta en rituales del ciclo anual.
Curiosidades botánicas: las flores de los pies machos únicamente producen polen, que es dispersado por el viento, mientras que las flores de los árboles hembra son fertilizadas por el polen masculino y forman unos frutos llamados "gayubas". Dichos frutos no alcanzan la madurez hasta el segundo otoño (20 meses) cuando toman un color oscuro característico. En este momento es cuando distintas especies de tordos los comen y dispersan sus semillas. Los bosques de sabina son considerados relictos por representar el testimonio de un paisaje vegetal que dominó o fue frecuente hace miles de años, tantos que aquellas sabinas ni habían visto todavía al hombre. Los paleobotánicos han confirmado su presencia en el Cretácico, en el Oligoceno y Plioceno.
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